Tener una idea clara del propósito, significado y objeto del proyecto. Entenderse con el cliente, algo que se intuye casi al momento, constituye la base de cualquier comienzo. La correcta lectura del espacio, captar una sensación inmediata, dejarme envolver por una disposición de ánimo en ese primer contacto, me da la clave final. Porque la primera impresión SÍ cuenta. Si ese primer cara a cara con el espacio a tratar es el adecuado, la idea inicial, y la realidad final casi se tocan. La medida de las cosas y su proporción en el desarrollo de cualquier idea, prima sobre otras cuestiones meramente decorativas. La sensibilidad, la capacidad de percibir y concebir la belleza, está basada en esa proporción, que determina una atmósfera y conforma un carácter estético. Mi linea de trabajo se basa en la absoluta concordancia con el espacio. El fin es conseguir una armonía, una coherencia entre todos los elementos que interactúan en él: formas y volúmenes, materiales, texturas, colores, y sobre todos ellos el control de la luz, saber cómo y dónde se quiere utilizar, porque su incidencia y el modo en que actúa dota de carácter y expresión a una obra.